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En una panadería una mujer que vendía panecillos afirmó que era solo para gente con libretas de racionamiento, pero después me dio cinco panecillos y me cogió avariciosamente 5 pesos de la mano. Solo recibí un poco de amor del vendedor de tomates, que me regaló uno. Jóvenes jineteros me siguieron hasta la salida susurrando: Las calorías acumuladas me llevaron inevitablemente a especular sobre el otro lado de las cosas: Si yo iba a chupar algo, sabía lo que iba a ser.
Con unos tubos y una jarra podía conseguir cinco litros de gasolina y venderlos a través de un amigo en el Barrio Chino.
Pero todos los coches en Cuba tenían tapas de depósito con llave o pasaban la noche encerrados. No es una isla para ladrones amateurs. Necesitaba café, pero en ninguna de las tiendas había. Hasta los shopping de pesos convertibles del vecindario estaban sin café, y tras repetidas visitas a los supermercados de divisa fuerte en el Vedado y varios hoteles supe que no habían tenido café en todo el mes.
En una ocasión había visto medio kilo de Cubacafé, esa cosa oscura dedicada a la exportación, en un cine de La Habana Vieja. Pero valía 64 pesos y aunque tuviera síndrome de abstinencia no podía pagar eso ni caminar tan lejos. Vi desde la ventana del baño que la tienda de racionamiento estaba abierta, así que me dirigí hacia ella. Había cinco sacos de café en la estantería. Era la marca doméstica color café claro, Hola. La primera bolsa de dos kilos se vende a un peso, y a 5 las siguientes. Una docena de personas estaban tratando de hacerse con pan y arroz, así que tuve tiempo para estudiar las dos pizarras en las que estaban escritos los bienes que había disponibles.
Los primeros dos kilos de arroz costaban 25 centavos; el siguiente kilo, Me atendió un hombre sonriente pero agitado. Era alto, negro, con una barba descuidada e irregular. Agitó las manos cuando le pedí café. No eran necesarias palabras: Traté de conseguir algo de tiempo, manteniendo mi parte de la conversación mientras él permanecía en silencio y hacía gestos.
He estado en toda la ciudad buscando café.
Me gusta mucho el café. Caminamos solamente diez pasos por la acera. Giró hacia la primera puerta y como quien no quiere la cosa le tocó el culo a una mujer que pasaba. Nos detuvimos en un piso que estaba situado encima de la tienda de racionamiento. Respondió una mujer con un bebé.
Lo pregunté de nuevo. Le volvió a preguntar a su jefe. Esta vez no dijo que no. Le di el billete de 5 pesos y me dio cinco panecillos. A partir de entonces, pude comprar todo lo que quise. De nuevo a solas, pasé ante uno que otro café y estudié cada uno de sus pequeños puestos. Pero seguía siendo demasiado para ese día. Desde un puente bajo cercano al mar vi lo que quedaba del mundo marinero: Solo se movían dos botes: Por 15 pesos, el bote de salsa de tomate para restaurantes habría sido un buen negocio.
La entrada costaba 2 CUC, me dijeron. No podía pagar eso, por supuesto.
No se regatea con el minint. Dije que volvería en otro momento, pero me entretuve en la recepción, que contaba con sus propias exposiciones: Una de las mujeres, con el pelo recogido en un tenso moño, me observaba. Aunque no tomé notas ni fotos, era astuta. Los soviéticos no tuvieron racionamiento tanto tiempo como Cuba. Ni siquiera los chinos han tenido racionamiento tanto tiempo. Después de cincuenta años de Progreso, el país estaba en bancarrota. En , los chícharos y las papas habían sido eliminados del racionamiento, y las comidas baratas en los lugares de trabajo se redujeron a porciones del tamaño de un aperitivo.
Pero el rumor había muerto el 1o de enero de , cuando se entregaron nuevas libretas, como siempre. Y, oh, el quinto medio kilo a 90 centavos, creo. Consultemos a las mujeres. Ellas dominan ese asunto. Aparte de ser abogada y trabajar en casos de prisioneros, cocinaba y ayudaba a su madre y a otra mujer a llevar una panadería desde la cocina. Con eso y algo de buey molido comprado en la trastienda de una carnicería, hacían pequeñas empanadas que vendían a tres pesos cada una, alrededor de ocho por un dólar. Así era como Cuba salía adelante: Ocho empanadas eran una comida, pero un dólar estaba inconcebiblemente por encima de mi presupuesto.
Acabé con cada una de ellas de un bocado. Ella escuchó impertérrita mientras le explicaba mi intento de vivir del racionamiento. Otro disidente que visitaba la casa, Richard Roselló, terció. Había estado llenando un cuaderno con el precio de bienes en los mercados paralelos, también llamados mercados clandestinos o negros. El costo de la electricidad ha subido entre cuatro y siete veces, comparado con antes. Yo, finalmente, había conseguido mi asignación de diez huevos de ese modo.
Sin una libreta de racionamiento no podía comprar huevos legalmente. Pero al anochecer del día anterior había esperado cerca de la tienda de huevos de mi vecindario y establecido contacto visual con una anciana que había salido de ella con treinta huevos, la asignación mensual de tres personas. Ella los había comprado por 1. Ambos nos encaminamos hacia nuestras casas con cautela, temerosos de aplastar un mes de proteínas por culpa de un tropezón.
Pero hacía años que eso había dejado de ser cierto. Ese mes, la asignación era de apenas un cuarto de kilo. Esta empezó con arroz que, con ocho o diez kilos por persona al mes, era la base de la dieta cubana. Cada ciudadano podía comer al día casi todo el arroz cocido que cabe en una lata de leche condensada. Una comida típica incluía la mitad de una lata de arroz cocido la otra mitad había que guardarla para la cena ; era una pasta pegajosa, pero sabía bastante bien aliñada con mi hambre. Después llegó una sopa de frijoles. Solo contenía un puñado de frijoles, pero el caldo era sabroso gracias al sabor de los huesos de buey.
Mucha gente no puede permitírselo. Después me dio la mitad de una yuca pequeña. También hubo un huevo frito, aunque, como señaló Elizardo con otro grito: El huevo era maravilloso. Con mi estómago encogido, toda la comida, incluidas dos pequeñas empanadas, era perfectamente suficiente. Mastiqué los huesos para extraer pequeñas cantidades de carne.
Eso era lo mejor que había comido en días. Richard, con su pequeña libreta de precios, señaló las implicaciones de comer así. Durante los diez días siguientes la gente tenía que comprar la misma comida por unos pesos en el mercado libre, el paralelo y el negro. Eso solo te daba veintidós días.
Ya nadie podía permitirse tazas y platos. Se robaban de empresas estatales cuando era posible y se vendían en el mercado negro. La ropa tenía que comprarse usada, en reuniones de trueque llamadas troppings en burlona alusión a los shoppings para divisa fuerte. Los que se quedaban sin comida la rebuscaban en contenedores o se convertían en alcohólicos para calmar el dolor, dijo. La gente no se desmaya en las calles, muerta de hambre. El problema de Cuba no es la comida ni la ropa. Es la falta total de libertad civil, y por lo tanto de libertad económica, que es la razón por la que tienes que tener libreta.
Como en el resto del mundo, el problema de la comida es en realidad un problema de acceso, de dinero. Y el problema de dinero es un problema político.
El séptimo día descansé. Tendido en la cama con Victor Hugo, perdido en la prueba de la bondad del hombre, me podía olvidar durante una hora de que me dolían las encías, de que tenía la garganta llena de saliva. La Habana estaba cambiando, como lo hacen las ciudades.
La zona histórica había sido puesta bajo control de Eusebio Leal Spengler, el historiador de la ciudad. Leal había dado especial prioridad al abastecimiento de la construcción: Pero esa no era la razón por la que la gente lo adoraba. Un amiga mía estaba reformando su casa con la esperanza de alquilar habitaciones a extranjeros, y ciertamente al cabo de unos pocos minutos se produjo el chirrido de unos frenos de camión y se oyó un fuerte bocinazo.
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Su marido me hizo una señal urgente y abrimos la puerta de entrada. Un camión de remolque descubierto estaba esperando. El marido pasó un fajo de billetes al camionero, que no tardó en arrancar y largarse. Había ganado dinero con el cemento destinado a alguna construcción. La tinta verde era para la construcción de escuelas. Solo el cemento en sacos impresos en rojo podía ser comprado por los ciudadanos, en tiendas estatales, por 6 dólares el saco.
A diferencia de la mayoría de los funcionarios cubanos, Leal había conseguido mejorar la vida de la gente. Él mandó camiones de madera al vecindario; ellos hicieron que desapareciera la mitad de la madera. El Estado era propietario de todo. La gente se apropiaba de todo.
Un sistema de racionamiento al revés. Ayudar a robar el cemento fue mi primer gran éxito. Al menos calorías. El décimo día descubrí que me quedaban pesos. Como con los huevos, imaginaba una cuidadosa y lenta reducción durante los veinte días siguientes, pero mi presupuesto y mi dieta podían verse igualmente arruinados por un resbalón que dejara una yema de huevo en el suelo. Había aprendido a suprimir el apetito al caminar junto a las colas de cubanos que compraban pequeñas bolas de pasta frita por un peso cada una.
Estoy viviendo un tiempo como tus padres. Ayudar a robar el cemento fue mi primer gran éxito. Me dijo que me lo gastara en comida, pero lo rechacé apartando los billetes. Una y otra vez, mientras me preparaba para ese viaje, amigos horrorizados especulaban sobre la comida de la que me iba a atiborrar y los objetos que correría a consumir. Mujer de 67 años rechaza el consejo médico de abortar a gemelos. Teléfonos de emergencias las 24 horas: Finalmente me dirigí a casa para una celebración largamente esperada.
Con algunas restricciones, esa tableta de unas seis cucharadas de cacahuate molido burdamente y muy azucarado podía durar dos días. Ellos simulan pagarnos, nosotros simulamos trabajar. De modo que tenía tiempo libre. Al cabo de un rato, una niña pequeña, de siete u ocho años, vino y se sentó en la piedra. Estoy simulando estar en la ruina. Estoy viviendo un tiempo como tus padres. No he comido en nueve horas. Me duelen los dientes. Finalmente me dirigí a casa para una celebración largamente esperada. Era viernes, y esa noche era la semanal Comida de Carne. Aunque ese día había sido hasta el momento uno de los peores —menos de 1, calorías a las nueve de la noche, tras mucho andar—, estaba determinado a arreglarlo con un festín.
Necesariamente, las raciones eran pequeñas. Saqué del refrigerador mis proteínas, una de las cuatro chuletas empanadas del mes. Encendí el fuego sin fijarme y quemé la chuleta hasta dejarla negra, aunque en la mesa demostró estar fría y macilenta por dentro. Los principales ingredientes, decía, eran pasta de trigo y soya. Me estaba comiendo una esponja empanada de solo calorías. Lo que habría dado por un McNugget.
Al final, crucé la barrera de las 2, calorías por primera vez en diez días, aunque fuera por poco. Quitando los muchos kilómetros caminados y un poco de baile, eso me dejaba en mi meta habitual de 1, calorías. Pero tenía el estómago lleno cuando me fui a la cama. Después de dos horas de sueño, me desperté con insomnio, el compañero del hambre.
Me quedé en la cama desde la una hasta el amanecer, cinco horas tratando de matar moscas, dando vueltas y leyendo a Victor Hugo y Alexandre Dumas père. Embajada de México en Cuba Calle 12 No. EmbaMexCuba Publicado el 18 de mayo de Marcación telefónica Para realizar llamadas de Cuba a México A teléfono fijo: Información del país Para información general de Cuba puede consultar el Portal de Cuba. Se tiene conocimiento que incluso tarjetas de banderas reconocidas internacionalmente pueden ser rechazadas. No se recomienda llevar dólares estadounidenses USD -prefiera pesos mexicanos o euros- toda vez que se cobra una tasa adicional de alrededor de 15 por ciento en las transacciones de cambio que involucren esa moneda.
Ingreso a Cuba Requisitos para ingresar a Cuba: Pasaporte con validez de por lo menos 6 meses al momento del ingreso y hasta la fecha en que concluya su viaje. Comprobante de vuelo de regreso. Evidencia de hospedaje durante la estancia. Presentar una póliza de seguro de viaje con cobertura de gastos médicos en Cuba. La artesanía no requiere de documentación para su exportación. Salida de Cuba Es necesario presentar la visa al término del viaje a Cuba a efecto de que sea registrada la salida del país. Seguridad Teléfonos de emergencia Policía: Salud No se requieren vacunas específicas para el ingreso de turistas a Cuba.
Fallece en La Habana el 25 de noviembre de a la edad de 90 años. Buscar Personas por Nombre y Apellidos. Directorio de paginas blancas con numeros de telefono y direcciones de personas. Donde buscar numeros de telefonos? Lista de los prefijos por ciudades y provincias. Directorio de paginas amarillas y con numeros telefonicos y direcciones de empresas. Busquedas por Nombre y Apellidos. Como encontrar a una persona en Cuba? Puede buscar personas al consultar teléfonos y direcciones de sus familiares y amigos en las guía telefónica de la ciudad.
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